19.8.15

Oliverio Girondo (Nocturno)





NOCTURNO



Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más
solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote
hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los
patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las
mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a
veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas,
tiene algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el
lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura
comparable a la de acariciar algo que duerme.

Oliverio Girondo




Estão frios os vidros ao encostar a testa na janela.
Luzes tresnoitadas que nos deixam, quando se apagam,
ainda mais sós. Teia de aranha tecida pelos fios sobre os telhados.
Trote vazio das pilecas que passam e nos emocionam sem razão.
De que nos serve recordar o uivo dos gatos no cio
e qual a intenção dos papéis que se arrastam pelos pátios desertos?
Hora que os trastes velhos aproveitam para sacar as
mentiras e em que as tubagens soltam gritos estrangulados
como se as asfixiassem dentro das paredes.
Noites em que desejamos que nos passem a mão
pelo pêlo e em que subitamente se compreende que não há ternura
que se compare a acariciar algo que dorme.
Às vezes, ao ligar o botão da luz, pensa-se no espanto
que hão-de sentir as sombras e gostávamos de avisá-las
para terem tempo de se aninhar pelos cantos. E, por vezes,
as cruzes dos postes do telefone, sobre os telhados,
têm algo de sinistro e só nos apetece roçarmo-nos
pelas paredes, como um gato ou um ladrão.


(Trad. A.M.)

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